En este post profundizamos un poco más al respecto de esas situaciones en las que de repente una tormenta llega a nuestra vida y sentimos esa sensación de descontrol, de absoluta inseguridad e incluso desubicación. Daremos algunas claves para que en estas situaciones podamos conocer un poco mejor cómo funcionamos y poder recuperar la calma.

En primer lugar, comenzamos comentando al respecto de las corrientes que hablan del pensamiento positivo. Pensar en positivo en un momento en que estamos en medio de una de estas tormentas de pensamientos negativos, y desde esa perspectiva de la mente, en mi opinión no es la mejor estrategia. Lo primero porque lo que sentimos no nos va a permitir aceptar pensamientos positivos, y en segundo lugar, porque al hacerlo, daremos fuerza a los pensamientos negativos; por eso necesitamos pensamientos positivos que lo contrarresten. Al hallarnos en una situación de emociones tan intensas, necesitamos activar la parte racional de nosotros mismos para encontrar objetividad en la situación, y desde ahí, tomar la determinación de mejorar en la escala emocional. Como decía Einstein,

«El mundo tiene problemas que no pueden ser resueltos pensando en la forma en que pensábamos cuando los creamos»

«Ningún problema puede ser resuelto desde el mismo nivel de conciencia en el que se creó»

“Nada sucede hasta que algo se mueve”

En ese estado de descontrol, abrumados por las emociones negativas del momento, somos como el agua estancada. Es necesario un ejercicio para fluidificar el agua, generando los ingredientes necesarios para que eso se produzca. En esta figura tratamos de representar lo expuesto:

Lo importante cuando nos invaden tormentas de pensamientos negativos no es tanto la magnitud de las emociones negativas que se experimentan, sino recordar cómo salir de ellas. Para ello, en primer lugar debemos:

  • Ponernos en la piel de un testigo de esa experiencia, es decir, disociarnos de esa experiencia
  • Recordar que nos encontramos estancados como el embudo de la figura
  • Aceptar la experiencia y estar dispuesto a concentrarte en el trabajo que es necesario

Debemos tener presente que las situaciones que nos encontramos nos generan emociones que no pueden y no deben evitarse, y que por tanto, están fuera de nuestro círculo de control. De la misma forma, nosotros también pensamos que estamos fuera de control y que no tenemos margen de maniobra para cambiar la forma en cómo nos sentimos. Sin confrontar esta creencia, no comenzaremos a dar pasos en la mejora de nuestro bienestar. Esta es la primera apertura, -darnos cuenta que podemos cambiar nuestro estado emocional, y hacernos cargo de ello-, con todo lo que implica. Esto no es más que la Consciencia de nuestro estado emocional y de que podemos cambiarlo, y la Voluntad de hacernos Responsables. Una vez completados los pasos anteriores, lo que debiéramos hacer es abrirnos a esa experiencia, es decir, aceptarla. Es algo que tenemos que vivir para aprender a Ser en nuestro estado natural.

No seguir estos pasos y pensar sin expandir primero la conciencia, es limitar nuestra Visión, y entrar en un bucle de pensamientos que no hagan más que empeorar la situación. Por más que sintamos la resistencia, debemos enfrentarla y superar el miedo.

En resumen, el proceso es:

  1. Tomar consciencia y cuantificar el grado de malestar
  2. Recordar que somos los creadores de nuestra experiencia, y por tanto, tenemos la opción de llevarla hacia donde queremos. Ante esta opción, surgirá la Voluntad.
  3. Una vez conocemos la senda para la recuperación del control, podemos entregarnos más tranquilos a la experiencia, y abrazar todos los aprendizajes, es decir, hablamos de la Aceptación.

Con la aceptación veremos como la sustancia comienza a pasar de algo espeso y sin movimiento a fluidificarse, siguiendo una escala de bienestar a medida que mantenemos el proceso activo hasta llegar a un punto de mayor Paz interior. El proceso podría estar representado por la siguiente figura:

Todos tenemos momentos en que no nos sentimos bien, también eso es natural, pero el secreto está en ver más allá, y abrirse a la experiencia que nos toque Vivir, para liberar esas emociones. Una vez liberadas, el malestar se va, y hemos adquirido un nuevo conocimiento. De otra forma, acumulamos emociones que no queremos, que se manifestarán hasta que por fin nos den la enseñanza que necesitamos.

El simple hecho de tener calificadas las emociones como buenas o malas, es otro gran error, otro lío que se manifiesta en nuestro lenguaje. Es una creencia de las que habitualmente operan en nosotros, y que cuando vivimos emociones como la ira, la tristeza, la rabia o el miedo, llegamos a tener la emoción duplicada, ira de tener ira, tristeza de tener tristeza, rabia de tener rabia, miedo al miedo, y según hemos visto que funciona la Ley de la atracción, eso no ayuda. Esto se explica más ampliamente en este post.

Cuando las emociones persisten más del tiempo que son necesarias para el aprendizaje, aparece el sentimiento, y todo surge por no ser conscientes del proceso mental por el que estamos pasando. Para algunas sabidurías orientales, el pensamiento es un sentido más. Cuando fluimos, cuando estamos viviendo en plena presencia, es cuando el pensamiento fluye, y estos momentos son necesarios para mantener la salud y restituir eso que es natural en nosotros. De ahí los grandes beneficios del mindfulness en nuestra sociedad. Pero en este espacio – tiempo, no siempre fluimos, y también es natural en nosotros desear y manifestar aquello que queremos, y aquí es dónde usamos el tiempo como un recurso, junto con nuestra creatividad.

Entonces, tratar de resolver un problema en el momento dónde tenemos un estado mental impropio, no es la mejor opción, y cualquier intento de resolverlo automáticamente, sin una toma de consciencia, es tratar de salir de esa experiencia, y por ende acumularlo como una cuenta pendiente. Cuando esto sucede es posible que ya no veamos un problema, sino una situación a atender.

La mayor parte de las situaciones que tememos están sólo en nuestra mente. Si anotáramos todas las situaciones por las que nos preocupamos, y pasado un tiempo, descubrimos que la gran mayoría de ellas sólo estuvieron en nuestra mente, y mientras tanto, dedicamos millones de pensamientos a plantear estrategias para resolverlas.

Nosotros no somos nuestra mente, y quien lo experimenta lo anterior, se dará cuenta que hay alguien detrás de los pensamientos que puede tomar el testigo y conducirnos para percibir las situaciones con más objetividad. Desde la mente desconectada vemos como certeros nuestros mayores temores. Pero si aceptamos que no sabemos nada, sólo nos queda confiar en que daremos las respuestas necesarias cuando surjan, siguiendo al guía adecuado, desde el Ser.

Finalizamos este post recordando una nueva cita de Antonio Porchia:

«Cuando sólo me preparo para lo que debiera sucederme, no me hallo preparado para lo que me sucede. Nunca.»