La Ley de atracción nos dice que atraemos aquello en lo que pensamos, y no lo que deseamos necesariamente. Somos energía vibratoria que atrae aquello que se corresponden con ese mismo nivel vibratorio. Todo aquello que rechazamos, también lo atraemos, porque rechazar es pensar en eso que quieres rechazar. Como decía Carl Jung:

“A lo que te resistes, persiste”

Según la Física Cuántica, -el pensamiento es la arquitectura de la realidad que percibimos-; la realidad no es independiente del sujeto que la percibe. Como persona de ciencia y ligada a la investigación, este hecho me produce un profundo descanso, pues ya queda justificado soñar mejor y resulta más fácil intencionar nuestra experiencia como deseemos. Como ya decía mi estimable amigo Wayne Dyer:

“Cuando uno cambia su forma de contemplar las cosas, las cosas que contempla cambian”

Pero solemos funcionar de una forma muy distinta, desde nuestro ego (o mente desconectada del espíritu). Desde el ego, partimos de una perspectiva de temor e inseguridad, y por tanto, en lugar de ver un mundo abundante de posibilidades para nosotros, nos enfocamos en rechazar, controlar y en defendernos, y esos pensamientos atraen situaciones que no queremos con tanta intensidad y rapidez como crece nuestra obsesión sobre ellas. También sucede que la falta de confianza automáticamente nos hace centrarnos más en la ausencia del deseo, aquello que todavía no tenemos, y por tanto, interferimos en la manifestación. Este es uno de los principales formas de boicotear la Ley de la atracción.

Debemos darnos cuenta de que la Vida está sujeta a la Ley del cambio, y que siempre tendremos deseos sin cumplir. Esto nunca acaba porque siempre estamos deseando. Cuando conseguimos algo, surgen siempre nuevos deseos. Nuestra naturaleza es creativa. Por tanto, -debemos aceptar como parte del juego de la vida que siempre tendremos deseos por cumplirse-.

Con la ley de atracción soportada por la Física Cuántica, entramos en un nuevo paradigma acerca de la realidad. Podemos hacer un ejercicio consciente para decidir qué queremos ver, y por tanto, conducir el pensamiento hacia eso, y esto requiere un uso responsable y más exquisito de nuestro lenguaje, de acuerdo a cómo funcionan las Leyes del Universo. A través de nuestro lenguaje podemos rechazar cosas con la intención de evitarlas, pero eso ya hemos visto que no funciona. Debemos incorporar el conocimiento de la Ley de la Atracción para utilizar el lenguaje para los fines que pretendemos. Como decía Ludwig Wittgenstein: 

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo»

La mayoría de las ocasiones cogemos frases populares que no pensamos por nosotros mismos, y condicionan nuestra vida. Aquí tenemos unos ejemplos que limitan nuestros sueños:

«Pobrecito pero feliz y tranquilo»
«Virgencita virgencita que me quede como estoy»
«Más vale pájaro en mano que ciento volando»
«…cómo en el cuento de la lechera…»
«Quien mucho abarca, poco aprieta»
«El que mucho abarca poco aprieta»
«No pongas todos tus huevos en la misma canasta»
 
Lo mismo sucede con los valores y creencias de nuestro entorno familiar. Es muy importante cuestionar nuestras creencias y encontrar la claridad en nosotros, pues de esa forma damos espacio a la autenticidad de nuestro Ser, que es el que puede guiarnos poderosamente en el mundo que vivimos.
En las relaciones la Ley de la atracción también funciona. Atraemos a gente afín con la percepción de nosotros mismos. Vemos a los demás en función de lo que elijamos observar en ellos. Si elijo apreciar a los demás, sentiré aprecio. Si juzgo a los demás, será como juzgarme a mí mismo. Y esto funciona así porque Somos una Unidad, no estamos separados unos de otros. Es el ego quien cree que estamos separados de los demás, y cuando yo me identifico con un personaje, cuando me creo especial y diferente a los demás, entramos en un conflicto interno por escoger al guía equivocado. -Si creo que llevo razón y que los demás están equivocados, si me veo superior o inferior a los demás, si me veo como salvador, culpable o víctima, perderé mi Paz interior-. La Ley de la atracción también puede resumirse como:

«Lo semejante atrae lo semejante»

Aplicar la Ley de la atracción con mejores garantías requiere dejar de funcionar desde nuestro ego y funcionar desde nuestro Ser, dónde nuestra mente se conecta con nuestro espíritu, y surge -El Guía Interior-. Con la mente conectada con el espíritu, será posible asumir que la Vida es abundancia, y que somos dignos de recibir todo aquellos que deseemos. Una vez pongamos en marcha el proceso de atracción, podremos estar en el presente, con confianza en que recibiremos todo aquello que necesitemos. La actitud de apertura al Ser debe primar en todo momento.

Una vez ponemos en marcha la Ley de atracción, -podemos comenzar por aquello más insignificante-, y a medida que la apliquemos conscientemente, observando lo que pensamos, lo que sentimos, y viendo cómo surge todo aquello que deseamos, aprenderemos más sobre ella y crecerá la confianza. Es muy importante recordar que debemos ver todo el proceso, de principio a fin, hasta que se manifieste aquello que creamos en la mente en primer lugar:

La tendencia es a pensar que las cosas suceden por casualidad, pero no es así-. Podemos ir afinando nuestra conciencia de control sobre nuestra realidad si mantenemos presente todo el proceso de Pensamiento-Emoción-Acción, hasta la manifestación en el plano físico, de lo no físico (nuestros pensamientos).