Qué-conocimiento-nos-permite-empezar-a-despertar

Habremos oído muchas veces que el ego es como un sistema de defensa que surge en las primeras etapas de nuestra vida.

En un momento dado de nuestra vida cuando estamos siendo nosotros mismos, podemos interpretar que no estamos encajando.

Ya sea en nuestra familia o en la escuela, comenzamos a respirar el miedo del inconsciente colectivo, y comenzamos a aprender que separarnos de quienes somos debe ser el precio a pagar por vivir en medio de la extensa sociedad.

En esa transición del Ser al mundo del ego, abandonamos nuestros sueños dominados por el miedo de que siendo nosotros mismos no será posible sobrevivir. El esfuerzo arduo en el día a día, el sacrificio y la seguridad son valores implícitos en la nueva meta más «realista», basada muchas veces en una profesión que desde el punto de vista de la familia sea una apuesta más certera.

En ese ambiente de competitividad, invertimos gran cantidad de energía representando un personaje, tal como, “el trabajador”, “el inteligente”, “el perseverante”, “el fuerte”, “el poderoso”… siempre tratando de esconder aquello de lo que creo que carezco, como un secreto que es necesario ocultar para que los demás nos quieran. Pero, ¿qué pasaría si eso sólo fuese una interpretación, una ilusión? ¿Podrías por un momento admitir que esto pudiera ser así?

Lo cierto es que acabamos tan poseídos por el mundo externo que salir de la «ilusión» llega a ser muy difícil, porque estamos muy identificados con nuestro personaje, con nuestra historia personal, por el pasado. En mi caso esto me llevó a una sensación de vacío con la que terminé concluyendo:

“mi vida así no tiene sentido, debe haber otra forma”

… y de ahí surgió una búsqueda inaplazable.

Ahora escribo esto con la esperanza de que mi historia pueda servirles de inspiración a otros…

El conocimiento, ese que proviene de fuentes de sabiduría, nos revelan que -no existe diferencia entre lo que pensamos acerca del mundo y como vemos el mundo-. No hay separación. El universo es solamente inclusivo.

Esto hace que si estamos identificados con  nuestra historia personal, aunque deseemos cambiarla y la rechacemos, sigamos teniendo más de lo mismo. Y es que estamos tan distraídos con lo externo y tan dominados por el miedo que usamos nuestro poder para hundirnos a nosotros mismos, y esto sucede cuando confundimos lo que nos sucede como una causa ajena a nosotros. De esa manera el mundo externo termina por condicionar nuestra vida. 

Sin embargo, eso no tiene por qué ser así si aprendemos quienes somos y saber qué podemos hacer con lo que somos. La causa del mundo externo proviene de nosotros, y en todo momento podemos recrear otra experiencia de la realidad si apostamos por esto: que lo que vivimos afuera proviene de nuestro mundo interno. Lo invisible está antes de lo visible, y lo que percibimos es el resultado de lo que estamos siendo.

Puede que lleve un tiempo aceptar la posibilidad de que lo que aquí cuento es cierto. Sólo eso es necesario para comenzar. Puede ser el comienzo de una búsqueda espiritual que nos llevará inevitablemente a reconocer que somos los creadores de nuestra vida, de que no existen los demás porque todo el tiempo es una relación con uno mismo. No necesitas entenderlo. No tienes que creer en ello. Tan solo predispone a experimentarlo, abriendo la atención a ello. Este es el gran secreto que os quería compartir, y os invito a que lo experimentes por vosotros mismos.

Como resumen, es necesario darnos cuenta de que debemos invertir la manera en como funcionamos. No existe diferencia entre lo que pensamos acerca del mundo y como vemos el mundo. Nuestra falta de claridad al respecto podría ser nuestra falta de conciencia acerca de lo que pensamos, la inconsciente en nosotros. Nuestra dificultad de despertar es similar a explicarle a un pez qué es el agua. No es posible despertar si no vas dentro de ti a buscar las respuestas. Si hay algo que no te gusta en tu vida, ve adentro de ti. Es cuestión de un instante desarrollar la confianza y comenzar a reconocer que tú eres el mismo Creador.